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La música sigue llorando la muerte de Amy Winehouse siete años después





La cantante falleció a los 27 años, sola y deprimida, en su apartamento del Candem Town londinense

Amy Winehouse

Hablar de vidas rotas de modo inevitable transporta a las páginas de los libros más ásperos de Sam Shepard. Alguna recopilación de sus textos cortos, en este caso “El gran sueño del paraíso”, ayuda a pensar en Amy Winehouse, la muñeca rota.

“Los caballos son como los seres humanos. Tienen que conocer sus límites. Una vez que los descubren son felices sencillamente pastando en el campo”.

Amy Winehouse hubiera pastado en la campiña, si hubiera sabido que también era necesario pastar, si hubiera sabido qué clase de paisaje encerraba una campiña, acaso si hubiera respetado alguno de esos carteles que aparecen en la señal ética de nuestra existencia. No fue su caso, claro.

Winehouse 1

¿Es por esto que la amamos o por eso la extrañamos?
Sin importar una respuesta, la amamos y extrañamos. Hoy hace 7 años de su muerte. Una vida, la suya, que a los 27 acabó, parece haber reunido una cantidad importante de vidas, una vida de varias temporadas, como un aquelarre de personalidades en apenas un único cuerpo. El de una muñeca rota.


Hace 7 años comenzamos a saber que debíamos conformarnos apenas con los dos discos que había alcanzado a grabar. Era la voz, hasta entonces, en la que dormíamos como si jamás fuera a extinguirse. La oíamos inmortal como el deseo más profundo, entre las fantasías que dejaban sus rastros.
Dos discos es prácticamente casi nada para alguien que pudo haber sido “la” voz. La industria del entretenimiento se reiría si alguien les propusiera ese esquema de negocio. En realidad fueron cuatro, si se consideran trabajos registrados en vivos, compilados de actuaciones memorables: el que hizo para la plataforma iTunes y otro para la BBC.
Los que son buenos no precisan legar 300 canciones. Ni millones en ventas. Los estadísticos de la muñeca rota aseguran que no hay más de 80 en su haber, como muchísimo, en una distancia que apenas va desde 2003 a 2010. Ese plazo fue el que le asignaron los dioses para hacerle lugar en su retrato de familia, siempre en permanente actualización.

Por alguna y ninguna coincidencia su debut fue con una conjunto de canciones de Frank Sinatra. Era la vocecita que se le animaba a la Voz. Deudora y en la tradición de Billie Holiday, Sarah Vaughan, Nina Simone. Unica e indivisible (como el átomo), deslumbrante, fresca, gastada.


El fotógrafo Charles Moriarty fue el responsable por las imágenes de su album debut. “Before Frank” es el libro de algunos momentos de esa sesión, así como de otras imágenes inéditas. Moriarty las tomó en su mayoría en 2003. Y de allí salió la portada de aquel disco. Y es por este suceso que ahora vemos a la muñeca rosa, en la sensual intimidad del make up: es una princesa sin abolengo pero con clase, muchísima clase.

Winehouse 3

Cuando estaba viva los ingleses fueron los primeros en darse cuenta de su carácter extraordinario. Ya es célebre la clase para estudiantes de Literatura en la Universidad de Cambridge, en la que se analizaron sus letras, palabra por palabra, frase a frase.
La clase consistió en plantear más bien un juego: cotejar la letra de la canción “Love is a losing game” con versos del poeta Sir Walter Raleigh, escritos en el siglo XVI. Y reunir ambas en conceptos como “lírica”, por encima de las épocas. También se los invitó a los universitarios a internarse en los torbellinos de dos vidas, como mínimo, controvertidas.
La cantante pop, así, le daba la mano a un ineludible exponente de la literatura de la época isabelina. Juntos salían de paseo por una Londres que los hostigó en no pocas ocasiones.

Winehouse 4

“Lo reconozco, profundamente
hasta que las fichas se acabaron
sé que eres un jugador
el amor es una partida perdida
Aunque soy bastante ciega
el amor es un destino designado
los recuerdos estropean mi mente
el amor es un destino resignado”
Hoy también vamos a escuchar sus canciones. Como siempre. Como si nada hubiese sucedido tan definitivamente.



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