Jugar como forma de llenar un vacío
En lugar de vivir el mandato superyoico que versa: "¡debo ser feliz y gozar!", es necesario detenerse unos instantes e intentar formularse la siguiente pregunta: "¿cómo vivo?". Vivir sin tiempo, sin pausas, sin los límites de una cotidianeidad regulada por el tiempo y el placer, estar tomado por el goce del desenfreno, de gozar de los excesos: en el juego, en el consumo de algunas sustancias, en el trabajo, en comprar objetos. Vivir a los saltos, en una montaña rusa, vivir con esa consabida sensación infantil de tener un tobogán en la boca del estómago. Esto es el imperio de la fugacidad y lo efímero. "Quiero sentir la adrenalina todo el tiempo", y así nos encontramos con sujetos que no paran de contraer deudas, de comprar, vender, perder lo que no se tiene, mentir, prometer y volver a caer en el mismo circuito pulsional. "Quiero todo, puedo todo". El mercado ofrece todas las posibilidades, sin restricciones. Hasta pareciera que la...